domingo, 18 de enero de 2009

EL CUENTO DEL SILLÓN DE MIMBRE

Un joven estaba sentado en su solitaria buhardilla. Le hubiese gustado llegar a ser pintor; pero para ello debía superar algunas cosas bastante difíciles, y para empezar vivía tranquilamente en su buhardilla, se iba haciendo -algo mayor y había adquirido la costumbre de pasarse horas ante un pequeño espejo y dibujar bocetos de autorretratos. Estos dibujos llenaban ya todo un cuaderno, y algunos le habían complacido mucho.

-Considerando que aún no poseo ninguna preparación en absoluto -decía para sus adentros-, esta hoja me ha salido francamente bien. Y qué arruga más interesante allí, junto a la nariz. Se nota que tengo algo de pensador o cosa por el estilo. únicamente me falta bajar un poquito más las comisuras de la boca, eso crea una impresión singular, claramente melancólica.

Sólo que al volver a contemplar los dibujos al cabo de cierto tiempo, en general ya no le gustaban nada. Eso le incomodaba, pero dedujo que se debía a que estaba progresando y cada vez se exigía más.

La relación del joven con su buhardilla y con las cosas que allí tenía no era de las más deseables e íntimas, pero no obstante tampoco era mala. No les hacía más ni menos injusticia de lo habitual entre la mayoría de la gente, a duras penas las veía y las conocía poco.

En ocasiones, cuando no acababa, una vez más, de lograr un autorretrato, leía libros en los que trababa conocimiento con las experiencias de otros hombres que, al igual que él, habían comenzado siendo jóvenes modestos y totalmente desconocidos, y después habían llegado a ser muy famosos. Le gustaba leer esos libros, y en ellos leía su futuro.

Un día estaba sentado en casa, malhumorado otra vez y deprimido, leyendo el relato de la vida de un pintor holandés muy famoso. Leyó que ese pintor sufría una verdadera pasión, incluso un delirio, que estaba absolutamente dominado por una urgencia de llegar a ser un buen pintor. El joven pensó que ese pintor holandés se le parecía bastante. Al proseguir la lectura fue descubriendo muchos detalles que muy poco tenían en común con su propia experiencia. Entre otras cosas leyó que cuando hacía mal tiempo y no era posible pintar al aire libre, ese holandés pintaba, con tenacidad y lleno de pasión, todos los objetos sobre los que se posaba su mirada, incluso los más insignificantes. Así, una vez había pintado un viejo taburete desvencijado, un basto, burdo taburete de cocina campesina hecho de madera ordinaria, con un asiento de paja trenzada bastante gastado. Con tanto amor y tanta fe, con tanta pasión y tanta entrega había pintado el artista ese taburete, el cual con toda certeza nunca hubiese merecido la atención de nadie de no mediar esa circunstancia que había llegado a constituir uno de sus cuadros más bellos. El escritor empleaba muchas palabras hermosas, incluso conmovedoras, para describir ese taburete pintado.

Llegado a ese punto, el lector se detuvo y reflexionó. Había descubierto algo nuevo y debía intentarlo. Inmediatamente -pues era un joven de determinaciones extraordinariamente rápidas- decidió imitar el ejemplo de ese gran maestro y probar también ese camino hacia la fama.

Echó un vistazo a su buhardilla y advirtió que, de hecho, hasta entonces se había fijado realmente muy poco en las cosas entre las cuales vivía. No logró encontrar ningún taburete desvencijado con un asiento de paja trenzada, tampoco había ningún par de zuecos; ello le afligió y le desanimo un instante y estuvo a punto de sucederle lo de tantas otras veces, cuando la lectura del Mato de la vida de los grandes hombres le había hecho desfallecer: entonces comprendió que le faltaban y buscaba en vano precisamente todas esas menudencias e inspiraciones y maravillosas providencias que de modo tan agradable intervenían en la vida de aquellos otros. Pero pronto se recompuso y se hizo cargo de que en ese momento era totalmente cosa suya emprender con tesón el duro camino hacia la fama. Examinó todos los objetos de su cuartito y descubrió un sillón de mimbre, que muy bien podría servirle de modelo.

Acercó un poco el sillón con el pie, afiló su lápiz de dibujante, apoyó el cuaderno de bocetos sobre la rodilla y comenzó a dibujar. Consideró que la forma ya quedaba bastante bien indicada con un par de ligeros trazos iniciales y, con rapidez y energía, pasó a delinear el contorno con un par de trazos gruesos. Le cautivó una profunda sombra triangular en un rincón, vigorosamente la reprodujo, y así fue tirando adelante hasta que algo comenzó a estorbarle.

Continuó aún un rato más, luego levantó el cuaderno a cierta distancia y contempló su dibujo con ojo critico. Entonces advirtió que el sillón de mimbre quedaba muy desfigurado.

Encolerizado, añadió una línea, y después fijó una mirada furibunda sobre el sillón. Algo fallaba. Eso le enfadó:

-¡Maldito sillón de mimbre! -gritó con vehemencia 1 ¡en mi vida había visto un bicho tan caprichoso!

El sillón crujió un poco y replicó serenamente:

-¡Vamos, mírame! Soy como soy y ya no cambiaré.

El pintor le dio un puntapié. Entonces el sillón retrocedió y volvió a adquirir un aspecto totalmente distinto.

-¡Estúpido sillón -gritó el jovenzuelo-, todo lo tienes torcido e inclinado!

El sillón sonrió un poco y dijo con dulzura:

-Eso es la perspectiva, jovencito.

Al oírlo, el joven gritó:

-¡Perspectiva! -gritó airado-. ¡Ahora este zafio sillón quiere dárselas de maestro! ¡La perspectiva es asunto mío, no tuyo, no lo olvides!

Con eso, el sillón no volvió a hablar. El pintor se puso a recorrer enérgicamente el cuarto, hasta que abajo alguien golpeó enfurecido. el techo con un palo. Ahí abajo vivía un anciano, un estudioso, que no soportaba ningún ruido.

El joven se sentó y volvió a ocuparse de su último autorretrato. Pero no le gustó. Pensó que en realidad su aspecto era más atractivo e interesante, y era cierto.

Entonces quiso proseguir la lectura de su libro. Pero seguía hablando de ese taburete de paja holandés y eso le molestó. Le parecía que verdaderamente armaban demasiado alboroto por ese taburete y que en realidad...

El joven sacó su sombrero de artista y decidió ir a dar una vuelta. Recordó que en otra ocasión, mucho tiempo atrás, ya le había llamado la atención cuán insatisfactoria resultaba la pintura. Sólo deparaba molestias y desengaños y, por último, incluso el mejor pintor del mundo sólo podía representar la simple superficie de las cosas. A fin de cuentas ésa no era profesión adecuada para una persona amante de lo profundo. Y, de nuevo, como ya tantas otras veces, consideró seriamente la idea de seguir una vocación aún más temprana: mejor ser escritor. El sillón de mimbre quedó olvidado en la buhardilla. Le dolió que su joven amo se hubiese marchado ya. Había abrigado la esperanza de que por fin llegaría a entablarse entre ellos la debida relación. Le hubiese gustado muchísimo decir una palabra de vez en cuando, y sabía que podía enseñar bastantes cosas útiles a un joven. Pero, desgraciadamente, todo se malogró.

viernes, 16 de enero de 2009

Yo y Ello, Yo y Aquello




"Wo Es war, soll Ich werden (1)" (Freud, 1933).

Esta conocida frase de Freud, traducida y entendida de muy diversas maneras, constituirá el centro de mi exposición. Intentaré profundizar en el tema de la intervención terapéutica, y en particular en el papel de la interpretación, desde la consideración freudiana del objetivo y fin de análisis.

De la Parra plantea que los procesos terapéuticos que tienen como factor común al marco comprensivo psicoanalítico, pueden ordenarse en un continuo que va desde el polo expresivo al polo de apoyo. En el polo expresivo nos encontramos con estrategias clínicas que buscan, según una famosa invitación freudiana, "hacer consciente lo inconsciente". En esa orientación han de alinearse las intervenciones del analista, con el fin de aumentar la capacidad del paciente para "entender los significados y orígenes inconscientes de sus síntomas y conducta" por medio del ‘insight' (De la Parra, 649). La principal herramienta clínica es la intervención. En el polo de apoyo, en cambio, la mejoría se consigue por medio del vínculo paciente - terapeuta. La cura, alcanzada a través de la experiencia emocional y del desarrollo de una relación primaria reparatoria, no busca hacer conscientes los conflictos ni generar un cambio estructural sino, más bien, reforzar las defensas (ni omnipotentes ni deficientes). "En la práctica esto se traduce en reemplazar la interpretación sistemática por intervenciones que incluyan: sugestión, abreacción, recordar al paciente un buen funcionamiento anterior, manipulación, confrontación en relación a conductas peligrosas y desincentivar conductas maladaptativas" (De la Parra, p. 655).

Cuando De la Parra expresa que las psicoterapias psicodinámicas cercanas al polo expresivo buscan "hacer consciente lo inconsciente", entiende la expresión freudiana (2) de un modo similar a como es concebida por la psicología del Yo. En otras palabras, De la Parra considera que el objetivo del análisis, y de la psicoterapia de orientación analítica, es fortalecer al Yo a expensas del Ello, entregando al primero las energías o pulsiones que han sido arrebatadas al último. Al domeñar las pulsiones del Ello mediante la interpretación, se posibilita el engrandecimiento del Yo, el cual, en adelante, posee mayor libertad en su manejo del triple conflicto: con el Ello, con el Súper Yo y con la realidad externa. En contraste, cuando De la Parra señala que las psicoterapias próximas al polo del apoyo esperan fortalecer las defensas del aparato mental en desmedro de una investigación de lo inconsciente, estas (las terapias de apoyo) parecen alejarse de la máxima freudiana (3). El fortalecimiento de las defensas implica un fortalecimiento del Yo respecto a su mayor adecuación y funcionamiento global, pero no un crecimiento en términos de una adquisición energética. Aunque el Yo es capaz de administrar sus defensas de una forma más eficiente, no consigue desanudar los conflictos, manteniendo prácticamente intacto al reservorio de las pulsiones.

Es lógico, desde lo recién expuesto, plantearse ciertas preguntas: ¿Es adecuada la interpretación que del precepto freudiano, hacen De la Parra y la psicología del Yo? Suponiendo que así fuese, ¿Puede ser la psicoterapia de apoyo una técnica propiamente psicoanalítica, considerando que no se elaboran las problemáticas del Ello? ¿Por qué? El primer cuestionamiento quedará pendiente por ahora. De la segunda duda, sí me haré cargo. Así, aunque la psicoterapia de apoyo puede ser de gran utilidad en el tratamiento de determinados pacientes, a mi entender no es una intervención debidamente psicoanalítica. No pongo en tela de juicio su utilidad, mis reparos no van en esa dirección, sino que critico su inclusión en el ámbito analítico, ya que dicho espacio está reservado para la técnica y el pensar que tienen a lo inconsciente en el centro de sus preocupaciones. De la Parra dice que "el apoyo se puede llamar psicoanalítico, cuando inspirado en la teoría analítica gratifica algunas necesidades arcaicas pre-edípicas o propende a su represión" (p. 655). Sin embargo, dicha explicación no es satisfactoria ni suficiente. No responde al marco creado por Freud ni a su mayor descubrimiento, lo inconsciente.

Winnicott, por su parte, aborda directamente el tema de la interpretación. Nos cuenta que el material del paciente está constituido tanto por su relato como por sus comunicaciones no verbales, al tiempo que da cuenta de las dificultades que pueden aparecer en el momento de interpretar estos elementos. Además señala los problemas que involucran la interpretación apresurada, haciendo alusión a la interpretación sistemática de la transferencia desarrollada por los analistas kleinianos, y la interpretación ‘inteligente', básica y esencialmente apoyada en terminología psicoanalítica - kleiniana, en este caso - y lejana a la experiencia concreta del paciente. Finalmente, considera que la interpretación forma parte de la construcción del insight y destaca que es mejor "adherir al principio de reflejar el material presentado" (p. 255) en vez de hacer interpretaciones ‘inteligentes' que vayan más allá de lo que permite la confianza transferencial.

Winnicott nos muestra a la interpretación como una herramienta de trabajo indispensable en la labor analítica. Mantiene como norte el criterio freudiano cuando la vislumbra como una porción fundamental en la construcción del insight, o sea, cuando la plantea como un mecanismo que permite desamarrar los conflictos inconscientes del sujeto. Más allá de la incertidumbre que envuelve al enunciado freudiano, es interesante recoger los consejos concretos y claros que Winnicott entrega para la práctica clínica: interpretaciones no apresuradas y en el momento correcto, interpretaciones que puedan ser aprehendidas por el paciente, interpretaciones no formuladas en lenguaje técnico, interpretaciones cuando hay material y confianza transferencial adecuadas y el valor del silencio del analista. Si Winnicott entiende a Freud en un sentido parecido al de la psicología del Yo, no lo podemos desprender de este texto. No obstante, en función de lo que Winnicott expresa en otras comunicaciones, me parece que no es así (4).

Miller dice que en la concepción tradicional, "la interpretación juega en la relación entre un enunciado 1 y un enunciado 2, que constituiría el desciframiento del primero" (p. 17). Miller hace referencia a la perspectiva clásica de la interpretación, en otras palabras, al proyecto de traducir el relato del paciente. Desde esta concepción se busca hacer consciente lo inconsciente, dándole a entender al paciente la ‘respuesta correcta' que se oculta detrás de su discurso. El paciente entrega A y se le devuelve A'. La propuesta de Lacan es ir más allá y considerar la causa del deseo, ya que la interpretación no es, ni debe ser, una mera traducción. La interpretación debe ser un dicho que no va sin decir. ¿Qué quiere decir esto último? Para comprenderlo será útil la frase que he propuesto como foco.

Cuando se interpreta la máxima freudiana al modo de un reemplazo, una substitución del Ello por el Yo, tal como la comprende De la Parra, la interpretación funciona únicamente como una transcripción. Los contenidos inconscientes contenidos en el relato son descifrados para que el paciente los pueda conocer. Lo que era inconsciente es ahora consciente, el Yo ha crecido en desmedro del Ello. En divergencia, cuando Lacan propone que la interpretación es un dicho que no va sin decir expresa que la tarea no es traducir, sino dar cuenta de la existencia de la falta, dar cuenta de la existencia de lo inconsciente. La interpretación quiere dar a entender que hay un sujeto barrado, un sujeto que es mordido por el lenguaje (sobre dicha carencia se hace discurso). Todo esto conlleva a que el axioma freudiano no pueda ser entendido como un reemplazo. De modo, que me parece más acorde con la propuesta lacaniana la interpretación de dicha frase desde el contexto de una evolución, ya que ésta, al mismo tiempo que involucra cambio, incluye mantención. En la evolución se construye algo sobre lo ya existente, o sea se recoge lo primero para construir, desde él, lo segundo. El Yo se construiría sobre el Ello, sin reemplazarlo, aceptando que como construcción secundaria es sólo una imagen configurada desde y sobre la falta original (5) (por eso todo dicho, oculta un decir; todo acto yoico, oculta lo inconsciente (6)).

En último lugar, Stern señala que en el proceso de cambio actúa ‘algo más' que la interpretación. Él entiende a la interpretación en un sentido tradicional, aspecto que ya ha sido abordado y no vale la pena reiterar (hacer Cc lo Icc). La parte novedosa de su propuesta está en proponer que al interior de la relación terapéutica se da una dimensión implícita compartida que es, a la vez, intrapsíquica e intersubjetiva. Según Stern, "una vasta serie de conocimientos implícitos referentes a las muchas maneras de estar con los demás, continúan a lo largo de la vida, incluyendo muchas de las maneras de estar con el terapeuta que denominamos transferencia" (p. 209). Esta ‘relación implícita compartida' se hace consciente por medio de los ‘momentos de encuentro', pero no en la dirección de hacer consciente lo reprimido, sino creando "algo nuevo en la relación que cambia el ambiente intersubjetivo" (p. 222).

Cuando Freud indica que "donde Ello era, Yo debo devenir", hace referencia a un cambio intrapsíquico (sin importar cuál comprensión post-freudianas sea la más adecuada). Lo que Stern formula no contradice el razonamiento freudiano, va más allá de él. La consideración del espacio intersubjetivo, la consideración de lo interrelacional, nos invita a ampliar los objetivos de la terapia analítica, con lo que, tal vez, sea menester pensar que el fin de la cura analítica va más allá de lo inconsciente a nivel interno, incluyendo el actuar de lo inconsciente en nuestras relaciones con otros. La invitación queda abierta.

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(1) "Where Id was, Ego shall be" o "Donde Ello era, Yo debo devenir"

(2) Hago referencia a la frase central de este escrito

(3) Según es comprendida por la psicología del Yo. (Si me interesa recalcar esto, es a causa de las diferentes interpretaciones que se han hecho de la frase freudiana).

(4) Ver "El uso de un objeto y la relación por medio de identificaciones", en Realidad y Juego

(5) Esta interpretación podría no ser adecuada desde la teoría lacaniana, ya que es una comprensión personal.

(6) Se lo podría vincular con el tema de las formaciones de compromiso.

La contratransferencia y Freud




Clásicamente se argumenta que Freud veía a la contratransferencia como un obstáculo, pero no se dice más. ¿Cuáles son las referencias que hace Freud al tema? ¿Cuál es y cómo puede ser entendida su propuesta? Me propongo hacer un breve y crítico regreso a la perspectiva de Freud.
a) La contratransferencia en Freud

El vocablo contratransferencia hace su primera aparición en la obra freudiana durante el discurso inaugural del 2do Congreso Internacional de Psicoanálisis, llevado a cabo en la ciudad de Nuremberg el año 1910. En tal oportunidad, Freud (1910) señala que la contratransferencia "se instala en el médico por el influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente". Resultaría menester que el analista vislumbrara y dominara tales sentimientos, de modo que sus complejos y resistencias no influyeran en la comprensión de las problemáticas presentes en el analizando. En las ‘Puntualizaciones sobre el amor de transferencia', Freud (1915) vuelve a centrar su atención sobre este término al apuntar que el terapeuta puede obtener un "esclarecimiento valioso y una buena prevención de una contratransferencia acaso aprontada en él", al discernir el enamoramiento de la paciente como una respuesta a la situación analítica y no como vinculado a características propias de su atractivo personal.

Es claro que Freud no analiza la cuestión en demasía y que, de ninguna forma, elabora una teoría acerca de la contratransferencia. Sin embargo, algunos aspectos se deben recoger de lo por él expresado. En primer lugar, destaca que los fenómenos contratransferenciales se han instalado en el analista por influencia del paciente. Este efecto, que seguramente podríamos atribuir a los actos y características de este último, responde a un contexto particular, en este caso el escenario analítico, donde el analizando es capaz de ocasionar en el psicoterapeuta una serie de emociones.

Por otra parte, este influjo que se ha desplegado sobre la persona del analista, afectaría su sentir inconsciente. ¿Qué quiere decir Freud, cuando expresa que se afecta el sentir inconsciente del analista? ¿Este perturbar se debe al desvelo de los conflictos internos del analista, a la identificación del analista con la problemática presente en el paciente o una revelación en la persona del analista de algo actual y operante en la relación terapéutica? Lamentablemente, Freud no es lo suficientemente claro respecto a su enunciado del sentir inconsciente, abriendo el camino a diversas y contradictorias manifestaciones. Aunque no sabemos cuál es el rango de amplitud que abarca este sentir inconsciente, la segunda pregunta planteada podría permitir una introducción a su contenido y una iluminación preliminar. Al respecto, Freud se inclinaría por la primera de las tres opciones propuestas, entendiendo el surgimiento de este sentir inconsciente (al menos parte de él) como la expresión de resistencias existentes en el analista que no se han logrado elaborar por medio del propio análisis; o sea, el analista no ha podido desprenderse de ellos. La contratransferencia nos estaría hablando de una deficiencia analítica, de una dificultad existente en el hacer analítico que por obra y pujanza de un paciente, fuerza al terapeuta a enfrentarse a aspectos de sí mismo que no ha conseguido o no ha querido ver, provocando un punto ciego en su capacidad para adentrarse en los elementos reprimidos del paciente.

A partir de lo anteriormente señalado se podría desprender la suposición de que la elaboración de tales contenidos a través del propio análisis impediría que tales conflictos inconscientes del psicoanalista afectaran nuevamente su práctica ante un paciente de similares características (1), obteniendo una especie de barrera profiláctica. El propio análisis sería el camino a seguir, en miras a evitar la aparición de lo contratransferencial, una vía de escape a tales sentimientos y un mejor desarrollo de la posición de neutralidad. ¿Ahora bien, es realmente posible esto? ¿Adquiere el analista una protección constante por obra del análisis didáctico? ¿Reduce el terapeuta los elementos contratransferenciales gracias al examen de sus problemáticas inconscientes? No cuento con la experiencia como para dar una respuesta a estos cuestionamientos. Y si bien quisiera dar una contestación categórica, ya que creo que este tipo de preguntas ameritan tal prototipo de respuestas, sólo podré plantear una aproximación establecida por medio de elucubraciones un tanto arbitrarias. Me parece que el propio análisis, por más completo que este pueda resultar, nunca lleva a una desaparición de lo contratransferencial. Y eso no porque el análisis didáctico haya fracasado, sino simplemente porque Freud se equivoca al reducir lo contratransferencial a un derivado de los conflictos no desenvueltos.

De forma alguna cuestiono la importancia de que el analista, "si ha de estar en condiciones de servirse de su inconsciente como instrumento del análisis, tenga (él mismo tiene) que llenar en vasta medida una condición psicológica" (Freud, 1912). Es fundamental que el terapeuta haya experimentado la posición del paciente, que conozca o se interiorice en la influencia de lo inconsciente en su transcurrir psíquico, al mismo tiempo que vislumbre (2) los complejos y resistencias que ciegan su capacidad para centrarse en los asuntos de su cliente. No obstante, lo que sí cuestiono es la homologación de lo contratransferencial a resistencias al desarrollo del trabajo analítico. La concepción que entrevé lo contratransferencial como un obstáculo, lleva al posterior diseño de estrategias que permitan sobrepasar dicha valla, en vez de enfrentarse a tales sentimientos y a intentar darles algún sentido y orientación, contentándose con referirlos a retoños de resistencia y a restarles toda significación productiva en el proceder analítico. Al hacernos partícipes de ese juicio nos aproximamos a la creencia en una capacidad purificadora del análisis, la cual funcionaría al mejor estilo de la expiación de los pecados por medio del sacramento de la confesión.

Reducir el elemento contratransferencial a una ruptura de la técnica del analista, a un fraccionamiento de la posición de neutralidad, es no concebir en su totalidad la riqueza de tal fenómeno. Es la muestra de que Freud, aunque revolucionario en su proyecto psicológico, no pudo escapar totalmente a la influencia del pensamiento positivista.

b) La perspectiva positivista en el psicoanálisis freudiano

‘¿Qué es del analista y qué es del paciente?' Cuestionamiento que surge una y otra vez entre alumnos (y profesores) de psicología con orientación analítica. La constante duda por el sitio de procedencia del conflicto, es la resultante de la eterna duda freudiana.

Tal pregunta no sólo es válida, sino que resulta necesaria si nuestro énfasis está puesto en ayudar al paciente. La definición de los límites resulta esencial para iniciar y desarrollar la cura, la identificación de lo propio y lo ajeno nos guía en el rumbo de la interpretación, permitiendo posicionarnos como observadores parciales de los sucesos presentes en el otro. Sin embargo, esta pregunta puede, al mismo tiempo, llegar a entorpecer el trabajo terapéutico si cae en paradigmas rígidos, poco comprensivos y con tintes de positivismo.

Freud peca en este último aspecto, al no lograr deshacerse, en múltiples ocasiones, de una exploración al nivel del sujeto - objeto y al preocuparse de relaciones lineales. Pese a desarrollar una técnica que enfatizaba los aspectos emocionales del paciente, su práctica se basaba en la asociación, en la reconstrucción y en la creencia fervorosa en la existencia de una ‘esencia patológica'. En vía a desarrollar esta idea, convocaré y examinaré una frase de Freud, expresada en ‘Sobre la psicoterapia de la histeria':

"Ahora bien, esos temas muestran una segunda manera de ordenamiento: están -no puedo expresarlo de otro modo- estratificados de manera concéntrica en torno del núcleo patógeno. No es difícil señalar qué constituye esa estratificación, ni la magnitud creciente o decreciente siguiendo la cual se produce ese ordenamiento. Son estratos de resistencia, creciente esta última hacia el núcleo, y con ello zonas de igual alteración de conciencia dentro de las cuales se extienden los temas singulares" (Freud, 1895).

Mediante este escrito, Freud sentaba las bases para aquello que con posterioridad sería llamado psicoanálisis. Estructuraba, de dicha manera, un esquema global y comprensivo que le permitiese adentrarse en las características de las neurosis, en la búsqueda de un método que permitiese su cura. Sin negar la interesante pretensión freudiana y su agudeza incesante, no se puede sortear el sentir cierta extrañeza ante el pensar (3) desde el cual surge su comprensión de la neurosis. Cuando habla sobre un núcleo patógeno, describe la existencia de un centro patológico a partir del que se ha establecido la enfermedad, establece una causa central y un punto de referencia que las intervenciones terapéuticas han de contrarrestar en miras al restablecimiento de la salud del paciente. Tal intelección y concepción sobre el mantenimiento y el tratamiento de las neurosis viene dada desde el modelo médico, donde por medio del aislamiento de variables se espera inferir la causa primera y definitiva, ocasionadora del cuadro en cuestión. El núcleo patógeno actúa como tal causa primera y definitiva, ‘existiendo en el paciente y conformando la esencia de su padecer'. Sólo desde él se establecen otros contenidos secundarios que, aunque intervinientes y vinculados al hecho primero, no poseen su jerarquía ni relevancia para la mantención de la neurosis.

Freud matiza esta terminología, estableciendo la existencia de múltiples núcleos patógenos causantes de la enfermedad. De este modo, complejiza la estructuración de la neurosis, al percatarse del gran número de complicaciones que tienden a aparecer frente el terapeuta durante la intervención clínica. Los hilos lógicos, que han de identificarse, se conectan entre sí de maneras enredadas requiriendo de una alta dosis de esfuerzo del analista, quien debe seguir su pista y desenredar las enmarañadas y oscuras vinculaciones conformadas. ¿Se ha escapado de una visión determinista - positivista, al establecer un modelo mucho más completo y complejo? No, simplemente se ha determinado la existencia de más elementos, de más relaciones a advertir, pero el énfasis es el mismo, a saber: existen núcleos patógenos ocasionadores de la neurosis, a partir de ellos existen elementos de menor importancia que de todas formas deben ser revelados; todas las unidades se conectan por medio de hilos lógicos, nuestra tarea es seguirlos y formar un orden. Las causas (núcleos patógenos) existen en la persona y se hallan delimitadas; el área de origen está, sólo que todavía no la hemos descubierto. ¿Acaso no es ésta la eterna premisa del pensamiento positivista y del paradigma cientificista?

Ahora bien, al plantear que Freud no consiguió escapar totalmente al influjo del positivismo no sólo estoy apuntando a que se vio marcado por él, sino que, al mismo tiempo, deseo expresar el hecho de que tampoco se dejó encandilar completamente. Su interés por el afecto de las personas, por más que haya sido iluminado a la luz de la teoría de la libido, sobrelleva un riesgo, del cual un estricto positivista nunca podría haberse hecho cargo. El afecto en sí mismo somete cualquier modelo conceptual a determinado descontrol y, por tanto, se aproxima en eso más a un nivel comprensivo - hermenéutico que a un diferencial - estructurado - cuantitativo. ¿Además, concebir que la cura se puede establecer por el habla, acaso no importa ya una ruptura? ¿Pensar en el lenguaje como el camino de restablecimiento no se anexa a una constante fluctuación entre la estabilidad y la inestabilidad, entre la duda y el saber, en el sentido de que resulta complicado identificar cuál ha sido la palabra analítica (intervención) que ha marcado un fuerte impacto y acercado al paciente a la salud? En función de esto, quisiera aclarar y hasta cierto punto rectificar lo que he dicho. Freud no pudo escapar ni ser ajeno a la perspectiva epistemológica dominante en su época, pero tampoco se sometió por completo. Él marca una distancia ante esa visión, posesionándose en un lugar intermedio entre lo cientificista y lo comprensivo.

No me he referido a este asunto del positivismo sin tener un objetivo en mente, es decir, sin tener en cuenta los fenómenos contratransferenciales. De todas maneras, requería desarrollar tal asunto primero, para poder exponer la siguiente idea. A mi parecer, Freud debido a su constante oscilación entre la visión positivista y la postura interpretativa, no pudo apreciar lo contratransferencial en toda su magnitud e importancia. Seguramente, cuando hubo de experimentar sentimientos durante su práctica clínica, no pudo más que huir de ellos y restarles su valor terapéutico. Ante el impacto, prefirió ver en sí mismo una deficiencia y una resistencia, y no un material útil, considerando que le no era posible asirlos desde los conocimientos, conceptos y teorías que había desarrollado. La no cuantificación de lo contratransferencial en términos de la teoría de la libido, la no comprensión de dichos fenómenos a la luz de posibles relaciones sujeto - objeto y la dificultad intrínseca que conlleva el que el investigador tenga parte (4) en el proceso científico, despertó en Freud una desconfianza enorme. Después de todo, Freud esperaba, como aún se estima conveniente en la investigación científica, que quien guiara el proceso se mantuviera al margen, de modo que la problemática de estudio se expresara en todo su esplendor. La idea es operar como un espejo y proceder como un cirujano (5).

c) La relación entre la transferencia y la contratransferencia, según Freud

Freud (1915) indica: "Para el médico significa un esclarecimiento valioso y una buena prevención de una contratransferencia acaso aprontada en él. Tiene que discernir que el enamoramiento de la paciente le ha sido impuesto por la situación analítica y no se puede atribuir, digamos, a las excelencias de su persona".

¿Cuál es la importancia de esta frase? Su relevancia está en que expresa la vinculación existente entre lo transferencial y lo contratransferencial, de acuerdo a Freud. Entonces, será menester estudiarla por parte.

En ciertos casos, "una paciente mujer deja colegir por inequívocos indicios, o lo declara de manera directa, que, como cualquier frágil mujer, se ha enamorado del médico que la analiza" (1915). Este enamoramiento exteriorizado es una respuesta y consecuencia a la situación analítica, es una manifestación de tipo transferencial. Freud agrega que al comprender la intromisión de la transferencia en este enamoramiento, el terapeuta podría prevenir la aparición de dispositivos contratransferenciales; o sea, discernir la aparición y revelación de lo transferencial, funciona como una protección; colegir que el paciente está desarrollando una transferencia, y obviamente captar el contenido de ésta, permitiría refrenar la aparición de lo contratransferencial.

Intentando obtener una regla general y, por tanto, yendo más allá de la mera situación en que durante el trabajo terapéutico se desenvuelve una transferencia amorosa, podría pensarse que lo contratransferencial siempre germina en el analista debido a la exposición de éste a una particular transferencia del paciente. Lo contratransferencial se hallaría referido, en todo momento, a los conflictos del paciente, indicándonos, si es que hemos sido capaces de adentrarnos en tales sentimientos y no los hemos desechado por estar rompiendo la posición de neutralidad, algo acerca del conflicto inconsciente de aquel; actuaría como una referencia indirecta que se vive en la persona del analista y que daría luces sobre el funcionamiento psíquico. Sin embargo, el manejo de lo contratransferencial no constituiría tarea sencilla ya que, para ello, sería necesario tener bien claro la transferencia que el paciente despliega. De otro modo, no sería inusual confundir cualquier sensación corporal o sentir inconsciente actuante en el analista, como referido a un influjo del paciente y a un derivado de sus características.

Referencias

Freud, S.

(1895). Sobre la psicoterapia de la histeria.

(1910). Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica.

(1912). Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico.

(1915). Puntualizaciones sobre el amor de transferencia.



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(1) Esto sólo lo planteo al modo de una conjetura. No necesariamente me estoy refiriendo a sujetos con diagnósticos similares.

(2) Al utilizar la palabra vislumbrar, deseo expresar una experiencia que vincula el conocer y el desconocer; un paso entre la intelección y la incertidumbre.

(3) Lugar a partir del cual Freud percibe, describe y observa los eventos

(4) Como partícipe, como variable interviniente.

(5) Ver ‘Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico' (Freud, 1912).

De la transferencia a la contratransferencia

Introducción

Dentro de la técnica psicoanalítica hay herramientas que deben ser usadas para lograr un manejo adecuado tanto de la sesión como del proceso analítico. Muchas de estas herramientas no solo se pueden entender o trabajar a través de la teoría, por el contrario, la teoría solo las muestra pero para lograr un desarrollo optimo es necesario la aplicación de éstas mediante la práctica.

En este trabajo se desarrollará la importancia de la transferencia y la contratransferencia dentro de un marco psicoanalítico kleiniano. Estos aspectos, que pueden ser clasificados como herramientas puras del psicoanálisis, han sido estudiados y creado mucha controversia respecto al manejo de estos así como de las clasificaciones en que se han dividido. Las divisiones de estos conceptos son: Transferencia positiva, transferencia negativa y contratransferencia, esta última llama más la atención ya que algunos psicoanalistas no están de acuerdo del uso de esta mientras otro grupo le da gran peso dentro del procedimiento psicoanalítico.

Respecto a las diferentes escuelas de psicoanálisis, se puede mencionar que la escuela kleniana apoya el uso de la contratransferencia debido al tipo de manejo y de pacientes con los que trabaja. En los últimos años esta herramienta ha sido más usada dentro de dicha escuela, teniendo éxito en el manejo terapéutico y como manejo apropiado respecto a diversas patologías.

Características generales.

Para hablar sobre el tratamiento psicoanalítico se debe mencionar las características o mejor dicho la forma en que está constituida la terapia psicodinámica o mejor dicho el psicoanálisis. El psicoanálisis es un tipo especial de terapia psicodinámica que llevan a cabo terapeutas con capacitación especial que utilizan la técnica de la asociación libre y ponen un énfasis particular en el análisis tanto de los sueños como de las fantasías. Todos los terapeutas con orientación psicodinámica hacen énfasis en el insight, la comprensión de la vida interior, como el objetivo de la psicoterapia. Utilizan la interpretación de la transferencia, el desplazamiento de afecto y sentimiento que el paciente experimenta por los demás hacia el terapeuta, como una parte importante de la terapia. También toman en cuenta la contratransferencia, la respuesta emocional del terapeuta al paciente

El psicoanálisis es un proceso de larga duración y que emplea diversas herramientas que se van dando de diferente manera y con un toque personal dependiendo de cada paciente. En este trabajo se desarrollará uno de los instrumentos usados en dicha corriente que a causado polémica debido al uso de esta herramienta y por otra parte se basa en un elemento como la transferencia de la cual parte todo el proceso psicoanalítico.

La transferencia se define como "Término psicoanalítico que se refiere al desplazamiento del afecto de una persona a otra. Los patrones de sentimiento y comportamiento que originalmente se experimentaron con las figuras importantes en la niñez se desplazan o vinculan a los individuos en relaciones actuales de la persona (por ejemplo, un psicoterapeuta). (La persona reacciona como si fuera un ser importante del pasado quien responde). Las reacciones de transferencia pueden ser positivas o negativas". La transferencia positiva es delimitada como "Transferencia de los sentimientos positivos sobre otras relaciones anteriores a la relación entre el paciente con el terapeuta". Mientras que la transferencia negativa se denomina como "Sentimientos de hostilidad que un paciente transfiere de relaciones anteriores a su relación con el terapeuta". Por último, Sarandon define la contratransferencia como "Término psicoanalítico que se refiere a las reacciones emotivas del terapeuta hacia el paciente".

De la transferencia a la contratransferencia.


El estudio de la contratransferencia se dio a mediados del sihlo pasado, sobretodo con la escuela kleiniana, poniendo gran énfasis en esta herramienta, debido al marco teórico que sustenta esta corriente y con las patologías con las que comienzan a trabajar. El uso de la contratransferencia del analista como instrumento de observación y fuente para la construcción de las interpretaciones fue el estudio que se inició con la escuela de relaciones objetales y que hasta la fecha ha creado polémica debido a sí es permitido o no esta herramienta dentro del método psicoanalítico.

Este análisis iniciara con un aspecto interesante del enfoque clínico, que es la utilización de una estrategia para la construcción de la interpretación. Se trata de estudiar los elementos asociativos de la sesión, los sueños y las producciones del paciente en combinación con la contratransferencia del analista. Del conjunto se desprende la estrategia; ya que no se trata de que el analista diga lo que sabe sino que el paciente siente, piensa y entiende en ese momento. Y es en este punto donde se puede dar uno de los puntos medulares dentro del método psicoanalítico, debido a que la combinación de la contratransferencia del analista en combinación con los otros elementos hacen que el analista pueda sentir que es el momento de hacer la interpretación y que se dé el time in para que posteriormente el paciente lleve a cabo el insight y el proceso pueda llevar un desarrollo adecuado. Etchegoyen habla de la estrategia interpretativa y dice que es construir la interpretación que resuelva lo mejor posible la neurosis de transferencia del paciente en ese momento y la situación contratransferencial del analista. Este autor en sus trabajos habla de la relación de la transferencia, contratransferencia y la psicopatología, cita "Si se me permite ofrecer una concisa definición de la neurosis de transferencia en un sentido técnico diría que es el correlato psicopatológico de la situación clínica".

La contratransferencia se puede analizar desde dos conceptos; el primero que esta restringido debido a que esta considerado como producida por conflictos neuróticos del analista que estropean o turban el proceso terapéutico. El otro juicio abarca un concepto amplio que sustenta que se debe considerar contratransferencia al conjunto de estados emocionales que tiene el analista dentro del tratamiento. Pero aquí es donde se necesita comprender y diferenciar cuanto de lo que le sucede al analista dentro del tratamiento depende del paciente, del analista mismo y finalmente de la relación de ambos. Para un análisis objetivo se puede considerar el estudio de estos tres factores antes mencionados. Dentro de este análisis se debe explorar tanto lo que le pasa al paciente en el proceso como las propias emociones y el lugar en que queda ubicado y la manera en que participa de dicho proceso. Desde el punto de vista de Racker Lo que interpreta el analista depende no solamente de sus teorías sino también de la interacción con su analizando. Siendo así que la contratransferencia se puede considerar como una parte de la interacción del analista-paciente, dentro del proceso analítico y que dándole un uso adecuado se puede trabajar con resultados favorables en la sesión. No queriendo decir con esto que el analista va a tomar el papel de paciente y el paciente de analista ya que en ese momento lo que pasaría es que no se esta llevando a cabo una contratransferencia del analista sino una transferencia hacia el paciente, debido a la angustia que puede tener el analista y no contar con otras herramientas para el manejo de esa situación.

El estudio de la transferencia-contratransferencia esta asociado a una idea que considera al psicoanálisis como un método para conocer profundamente la relación de objeto que hay entre el paciente y el analista. Una vez que se puede desarrollar claramente la contratransferencia se puede hacer un análisis donde se profundice la relación, lo que el paciente está logrando hacer sentir al analista y este podrá tomar de la contratransferencia mucha información que es la misma que se lleva a cabo fuera de la sesión y que el paciente logra producir en la gente con la que se relaciona.

Finalmente, el análisis de la contratransferencia se hace por introspección del analista quien trata de entender los estados de ánimo y fantasías, uniendo todo esto de manera pertinente con las asociaciones y sueños del paciente. Con los estudios acerca de este tema no se puede pensar que si el analista está interesado o aburrido durante la sesión es por un conflicto personal, si no que es debido a lo que el paciente le está produciendo esos estados de ánimo, pero para alcanzar esto se necesita conocerse bien y saber cuando es material del paciente y cuando es en realidad problemas del analista.

Conclusiones.

Partiendo de que todo análisis se inicia a través de la transferencia, considero el estudio o uso de la contratransferencia como un mecanismo que ayuda para lograr una interpretación mas precisa respecto al sujeto, siendo esto en el mejor de los casos y con un uso complementario de todos los demás instrumentos que no ofrece la técnica psicoanalítica. Pero también considero que el uso de la contratransferencia debe ser usado hasta en el inicio de una proceso psicoanalítico para conocer que sentimos respecto al sujeto, si podemos trabajar con él o tal vez nos puede llegar a producir algo y mediante la contratransferencia podemos darnos cuenta, de lo sucedido y tratar de ser lo más objetivos posibles por si es necesario remitir al paciente con otro analista.

La contratransferencia la puede considerar muy importante en momentos donde el paciente no ha hecho una neurosis de transferencia con el analista y este último usando la contratransferencia puede ir avanzando respecto al conocimiento del paciente. Considero al igual que los psicoanalistas kleinianos que el uso de la contratransferencia hace que las relaciones objetales sean vividas más intensas o mejor dicho más significativas para el paciente, siempre y cuando se hable de este instrumento en el sentido más abstracto y no como una forma de disminuir la ansiedad por parte del analista.

Por último considero que esta herramienta es una de las cuales se debe poner más atención y más práctica dentro del marco terapéutico debido a las implicaciones que puede alcanzar si se da un mal manejo de esta.

Bibliografía.


ETCHEGOYEN, R.H. 1986. Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Amorrortu, Buenos Aires.

GRINBERG, L. 1963.Psicopatología de la identificación y contraidentificación proyectiva y de la contratransferencia. Revista de Psicoanálisis.

MELTZER, D. 1968. El proceso psicoanalítico. Paidós, Buenos Aires.

RACKER, H. 1960. Estudios sobre técnica psicoanalítica. Piados, Buenos Aires.

SARASON, I. SARASON, B. 1996. Psicología anormal. El problema de la conducta inadaptada. Prentice Hall, M

Sarandon, I. Psicología Anormal Pag. 622.

Ibid. Pag. 622.

Ibid. Pag. 622.

Ibid. Pag. 622.

Etchegoyen, R. Loa fundamentos de la técnica psicoanalítica. Pag. 146.

Acting Out

El acting out es un término utilizado en el psicoanalisis para designar acciones que presentan casi siempre un carácter impulsivo relativamente aislable en el curso de sus actividades, en contraste relativo con los sistemas de motivación habituales del individuo, y que adoptan a menudo una forma de auto-herteroagrsión. En el surgimiento del acting out el psicoanalista ve la señal de la emergencia de lo reprimido. Cuando aparece en el curso de un análisis /ya sea dentro de la sesión o fuera de ella), el acting out debe comprenderse en su conexión con la transferencia, y a menudo como una tentativa de desconocer radicalmente de ella.

La diversidad de actos que a menudo se clasifican bajo el término acting out es muy amplia. Son conductas de carácter impulsivo, mal motivadas a los ojos del sujeto, en contraste con su comportamiento habitual, incluso aunque la acción en cuestión sea secundariamente racionalizada. Estos caracteres señalan el retorno de lo reprimido. También pueden considerarse como acting out algunos accidentes ocurridos al sujeto, sintiéndose éste ajeno a su producción. Freud describe también la transferencia sobre la persona del analista como una forma de “llevar a la acción”, de ello se deduce que no diferenció claramente ni articuló unos con otros los fenómenos de repetición en la transferencia y los del acting out. La distinción que introdujo parece responder a preocupaciones primordialmente técnicas en el sentido de que el individuo que lleva a la acción los conflictos fuera de la cura, sería menos accesible a la toma de consciencia de su carácter repetitivo.

Para Freud, al acting out dentro de la situación analítica y el acting out fuera del análisis son consecuencia del trabajo analítico y de la situación de tratamiento. Invariablemente Freud consideró el acting out como un concepto clínico psicoanalítico relacionado específicamente con el tratamiento.

Según Anna Freud., el acting out no ocurriría en una persona con suficiente fortaleza yoica como para poder poner en vigencia compromisos neuróticos con los impulsos, con un proceso de pensamiento secundario y la función sintética del Yo, relativamente intactos; con el yo en pleno control de la motilidad y con suficiente grado de madurez como para reemplazar la acción por pensamiento y palabras en sus condiciones corrientes de la vida cotidiana. Estas personas con fortaleza yoica, si pueden recurrir al acting out cuando las técnicas analíticas los someten a presiones. Igualemente esto se diferenciaría, dice Anna Freud de aquellos pacientes impulsivos cuyos actings outs se deben a explosiones del ellos causantes de la conducta, quedando así la acción controlada por el ello. Esto se debe comprender como parte de la patología del paciente y no como parte del proceso curativo como en el caso de las personas neuróticas. Este paciente, repite el pasado. Lo que contribuye a su causa no es la calidad o cantidad del acting out, sino el estado intacto o defectivo de la función sintética del yo a la cual se somete el material recuperado.

Para Greenacre la génesis del acting out se encontraría en una frustración oral. Dice Greenacre que es indudable que el niño oralmente frustrado expresa su ansiedad a través de una exacerbada movilidad difusa. La frustración oral, por lo tanto puede provocar una incapacidad de tolerar otras frustraciones. La resistencia de las exigencias orales puede ser el foco más conspicuo de estado de tensión emotiva durante los primeros meses de vida, y esto es una fuente de posibles perturbaciones en cualquier período posterior. Cualquier trauma oral temprano, puede influir sobre una demora, deformación o una desviación del funcionamiento del habla, una inhibición del lenguaje, y por lo tanto el sujeto depende casi completamente de la acción.

Hay un énfasis en la sensibilización visual que produce una propensión a la dramatización, derivada del exhibicionismo, y hay también una creencia en su mayor parte inconsciente,. En a Magia de la acción. Greenacre habla también de una perturbación especial en la realidad y en de una perturbación especial de la autocrítica.

Según Greenacre, el paciente neurótico puede tener un acting out aislado, ocasional o realmente sintomático que se produce en el curso del tratamiento. En cambio el paciente grave con tendencia a la psicosis, tendría recuerdos y actitudes inconscientes que se apoderan completamente de la situación presente, provocando que los estímulos son apenas escasamente discernibles.

Greenacre propone como técnicas para el tratamiento del acting out la interpretación, la prohibición y el fortalecimiento del Yo. Estas tres técnicas son aplicables en grados variables según el acting out, la estructura yoica y según si al acting out se produzca fuera o dentro de la situación analítica.

Fenichel supone en la génesis del acting out una fijación oral con su elevada necesidad narcisista y su intolerancia a la frustración, una elevada motricidad constitucional y la presencia de traumas tempranos serios que producen un acting out repetitivo, abreactivo, similar a las neurosis traumáticas.

Fenichel habla de acting out si las acciones o actitudes emocionales son dirigidas indiscriminadamente hacia cualquier persona. Los individuos que muestran una propensión al acting out tienden a actuar estando o no en análisis, y tienen en común una insuficiente diferenciación entre el presente y el pasado, falta de deseo de aprender y prontitud para sustituir patrones rígidos de reacción en lugar de respuestas flexibles y adecuadas a los estímulos.

Hablaron también en el ateneo del acting in en pacientes borderline en psicoterapia breve, el acting in es una actuación transferencias que se produce dentro del encuadre terapéutico propiamente dicho., los prerequisitos son:

Delimitación del encuadre

Establecer los límites estrictos para la agresión no verbal.

Maniobras clínicas prácticas e inmediatas

Los límites NO deben ser vagos

Son necesarios cuando la conducta del paciente se transforma en una amenaza

jueves, 15 de enero de 2009

La Transferencia desde el Psicoanálisis

Si bien la transferencia es un fenómeno central al interior de la teoría psicoanalítica, que posibilita una direccionalidad en la cura, éste no es exclusivo de ella. Podría pensarse que el origen del concepto se deriva del lenguaje común, donde transferir significa pasar de un lugar a otro.
Freud, para explicar el fenómeno de la transferencia, hace referencia a la relación analítica, donde el analizante transfiere en la figura del médico o analista, fenómenos psicológicos vividos en el pasado, generalmente relacionados con imagos parentales de la infancia.

La definió como: El vínculo particular que se da entre dos personas, que rebasando en mucho la medida de la relación corriente, varían desde la tierna entrega hasta la mas terca hostilidad, tomando prestadas todas sus propiedades de actitudes eróticas anteriores, devenidas inconscientes.

La corriente positiva (tierna) y la negativa (hostil), constituyen las dos vertientes, que se tienen hacia las figuras parentales, donde se juega la ambivalencia del amor y del odio; y que luego serán proyectadas hacia la figura del analista o del docente, en el caso de los procesos de aprendizaje.

Sin embargo, esta clasificación de la transferencia, va mas allá de esta ambigüedad de sentimientos hacia otra persona. La relación vincular no se supedita solamente a la repetición de alguna situación afectiva sobre otra persona a la que se le supone un saber; la posibilidad de una nueva disposición subjetiva en el análisis, o en el campo de la docencia, se da a partir de un vínculo que trascienda la repetición y funde nuevos horizontes de trabajo e investigación, es decir, que se establezca una relación de transferencia al deseo del Otro; al apasionamiento que el docente transmita.

Conviene precisar que la transferencia tiene con frecuencia una manifestación consciente, que logra advertir el analizante o el estudiante; pero es fundamentalmente inconsciente. El sujeto no logra precisar racionalmente el tipo de vínculo que establece con el analista o con el docente, solo le supone un saber, que puede completar su propia falta. Cree en el saber del Otro al que sitúa en el lugar del Ideal del Yo, y sobre el cual crea una expectativa.

El analista que en lo sucesivo se entenderá como el docente, sostiene una posición, a partir de la cual girará el acto analítico, que deberá entenderse en este contexto como acto educativo. Esa posición se sostiene desde el ser mismo del docente y no solo desde el conocimiento, dando cuenta de su deseo; de su apasionamiento, Mas el docente también transmite lo que es su fe, su pertenencia, su conocimiento y lo que es su relación con la institución.

Un docente que solo está vinculado con una cátedra universitaria, transmite su conocimiento, pero no siempre logra transmitir la riqueza de vínculo amplio con la Universidad. Un docente con una buena y gratificante vinculación, transmite la alegría de su vinculación.

En cuanto a la institución, esta llega a los estudiantes a través de una forma de presencia; de la estabilidad o movilidad de sus directrices y sobre todo, a través del trato, convicción y satisfacción que logre en sus docentes. Esto significa que la transferencia se da entre docentes y estudiantes, pero también entre la institución y los docentes y la institución y los estudiantes.

La relación transferencial entre el maestro y el alumno, puede evidenciarse a través de: "El otro nos frustra o nos satisface, nos provoca amor o incita nuestro odio, nos reconoce y autoriza como docentes o nos elimina con su rechazo o con su indiferencia. Se somete o se rebela, acata o transgrede, devora o enriquece. Véase el caso de la frustración de los estudiantes frente al docentre que no retroalimenta o no llena las expectativas de conocimiento esperado. El docente sufre la acción del otro, pero acomete con lo suyo: seduce o aburre con su saber, alimenta o hambrea con sus conocimientos, dosifica o empacha, pacta y se somete desde su masoquismo o domina sádicamente a su víctima. En fin, ama y odia con todo el poder de su función"

El valor y función de la transferencia, llevó a Freud a expresar que, mediante ella se trata de convertir al analizante en un colaborador, "llevándole a observarse a sí mismo con el interés objetivo del investigador"; es decir, transmitiéndole algo del deseo de saber.

S. Freud, fue quien primero conceptualizó la transferencia como el vínculo que caracteriza la relación analítica; posteriormente, J. Lacan, a través de la instauración de la fase, Estadio del Espejo, o registro de lo imaginario (los tres registros son: real, simbólico e imaginario) hizo un importante aporte a lo que es formación yoica y la estructuración del sujeto a partir de la relación que se establece entre la identificación y transferencia, que desarrollaremos enseguida

Posteriormente otros autores desarrollaron el tema de la transferencia en un contexto grupal, la cual se presenta en varios niveles:

1. Transferencia Central: dirigida al coordinador o terapeuta.

2. Transferencia central: promovida por los miembros del grupo entre sí y que se da por la identificación de unos con otros, en tanto, todos son seres en falta, y buscan completarse, primero con el coordinador y luego, cuando este no responde a dicha demanda, intentan hacerlo con los otros. Por ello se habla de una identificación a un rasgo unario, rasgo que todos comparten, y que a la vez, los particulariza.

3. Transferencia Grupal: generada por el grupo mismo, pues en éste, es donde confluyen múltiples imágenes, evocadas de figuras parentales y familiares. Es la puesta en acto de la fantasmática edípica.

Se aclara que si bien existe un cuarto nivel transferencial, dado con el medio externo, no será abordado en el presente capítulo, en tanto excede el interés que se circunscribe entre el estudiante, docente y la institución.

En lo individual como en lo grupal, las identificaciones juegan un papel fundamental, en tanto dinamizan el concepto de la transferencia. De ahí, la pertinencia de abordar el tema desde el concepto de identificación.


La Identificación en la Transferencia
En la Planche y Pontalis se encuentra la identificación como un “proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste”.
La identificación es un proceso inconsciente de captura de cierta estructura, a ésta le siguen una serie de identificaciones en las que el sujeto siempre irá en pos. Esto de alguna manera hace posible una estructuración del yo, implicando así que es un proceso básico en la constitución del sujeto.

Al ser tomada la identificación como una intención inconsciente de un sujeto de atribuirse un rasgo que es de Otro, torna presente un objeto que esta ausente.

En la identificación se desea ser como…, lo que permite deducir que hay un ideal al cual se busca parecerse. Según Freud, en el texto, Psicoanálisis de las masas y análisis del Yo, en el capítulo sobre la identificación, nos dice que es el primer vínculo afectivo con un objeto y es anterior a su elección.
La identificación constituye entonces un aspecto imaginario del Ideal del Yo.

Para Lacan, la primera forma de identificación es imaginaria y está dada por la existencia de Otro. Este otro lo transmite el lenguaje, por tanto, si el lenguaje está ahí y preexiste al sujeto, entonces, también se antepone a cualquier tipo de relación.

La identificación, entonces, se daría en la relación que existe entre el sujeto y el significado; es una relación al significante que representa al Otro, su falta.
Al no ser sujetos completos, sino sujetos en falta, nos relacionamos con la falta del otro, con algo del otro, por ejemplo, con algún rasgo con el cual se pueda identificar inicialmente un sujeto en su proceso de estructuración. Es una relación mediada por el lenguaje.

En la estructuración del sujeto se plantea como inicial la una relación estrecha entre madre e hijo. Es una relación de dependencia donde el niño no hace una diferenciación de la madre como objeto externo, sino como objeto integrado a sí mismo. En este punto Lacan hace referencia al proceso del Estadio del Espejo, momento en el cual el bebé logra una configuración Yoica. En este proceso hay un momento en el que la imagen que hay allí se cristaliza. Lacan diferencia tres tiempos:

En el primero, el niño al mirarse en el espejo confunde su imagen con la realidad. Cuando está frente a esa imagen, no reconocida como suya, trata de aprehenderla, sujetarla como otro niño diferente a él. No hay un reconocimiento de sí, por que es un objeto del goce para la madre, es propiedad de ésta.

En un segundo momento el niño adquiere la noción de imagen, ya no se trata de aprehender a ese otro del espejo, en tanto objeto real. Es un momento de comprensión en el cual la imagen del espejo es eso, imagen. Esto le permite un reconocimiento de que la madre es otro diferente.

Finalmente en un tercer momento el niño va a descubrir que esa imagen reflejada allí es su propia imagen. Es el descubrimiento como integración, es una totalidad semejante a esa imagen que tiene de su madre.

El reconocimiento que hace de su propia imagen le lleva a jugar con ella en el espejo, a mirarla y ser mirado, a aparecerla y desaparecerla. Es en este juego donde se da una intuición de que hay una identidad entre su movimiento y el que hace la imagen; corrobora de esta manera que este Otro es él mismo y percibe su cuerpo como completo, ese cuerpo fragmentado aparece bajo otra forma, es su imagen integrada. Esto genera una expresión de júbilo, le maravilla al verse completo, es así como se ve en el espejo y se identifica, voltea y busca en la mirada de otro que está ahí, una confirmación de…, busca una cristalización de su imagen integrada.

Esa confirmación le lleva a buscar un punto de anclaje a ese adulto, a ese Otro. Busca un rasgo y es este rasgo el punto de partida del Ideal del yo, rasgo unario que confirma el yo ideal. Algunos psicoanalistas llaman identificación primaria, identificación al rasgo del gran Otro que le da el rasgo simbólico. No es a un sujeto en particular, es a esa primera imagen, imagen parental.

El yo ideal es la identificación con la imagen de la madre o el padre omnipotente. Aquí se habla indistintamente de ambos padres por que en esa primera relación no hay aún diferencia de sexos, ésta se da en el proceso del atravesamiento del Edipo.

Finalmente es un yo ideal construido a partir del rasgo unario. Ese gran Otro con la mirada le envía una significación o no. El rasgo de ese gran Otro, es imaginario, pero da comienzo a lo simbólico por que es precisamente un punto de partida que pasa a ser significante.

Es esta fase del espejo puede verse con claridad como lo simbólico, entendida como la red del lenguaje, configura lo imaginario, al darle una significación a la mirada del otro o del rasgo unario.

En este proceso puede darse ya un esbozo del yo, como instancia, pues este tiene su origen en la relación del sujeto con una imagen espectacular. El yo se construye a medida que se integra el esquema corporal.

La primera parte de la historia del sujeto se caracteriza por esa identificación lograda en el estadio del espejo, la cual esta aludiendo a la relación especular con la madre, donde el niño se reconoce en la mirada materna, en el reconocimiento de su imagen en el espejo, logrando conformar una imagen total de su cuerpo. Esta primera identificación es la base y la fuente de futuras identificaciones. Identificación que se presentifica en el campo del aprendizaje donde por efecto de la transferencia, el docente ocupará lugares que remiten al estudiante a su propia historia.

Pero además la identificación está en la base de la constitución del sujeto, la masa y el grupo.

En un primer momento hay una identificación imaginaria del niño hacia la madre, es un momento en que ambos se completan; esta completad es obturada por la presencia del padre quien interviene como portador de la ley.

Esta ley promueve la falta en el sujeto; con esta intervención del padre se da lugar a una segunda identificación que reemplaza la primera, la cual se da con la figura materna. Esto permite el acceso al registro de lo simbólico. El sujeto en la relación establecida con los otros buscará a través de la identificaciones simbólicas que tendrán un carácter de sustitutos, la completad originaria. De ahí que toda reunión de orden social sea propiciada por la necesidad de llenar esa falta, de taponar el hueco de tal incompletud; para ello solo queda el recurso de la identificación y esto opera en la masa y en el grupo, aunque de manera distinta, pues si bien en la masa el líder es quien completa a los miembros de esta en su posición de ideal del Yo, en el grupo son estos otros integrantes del mismo quienes suplirán tal necesidad.

Inicios de la Transferencia en Freud
La transferencia es una forma de relación que se da en el ámbito de la situación analítica atribuyéndole un rasgo esencial a esta. En todo tratamiento analítico se establece sin intervención aparente del terapeuta una intensa relación afectiva del analizado hacia el analista, imposible de ser explicada por una circunstancia real e imposible de ser eludida conscientemente por alguno de los participantes de la relación.
En su artículo de 1905 “Sobre la Psicoterapia” habla indistintamente sobre el método catártico y sobre el método psicoanalítico; posteriormente hace la diferencia al hablar de la transición del método psicoanalítico.

Freud utilizó el método catártico la sugestión y el hipnotismo, abandonándolas y acogiéndose a la asociación libre, siendo este el definitivo el paso al método analítico donde la palabra del paciente pasa a ocupar un primer plano. El camino de la asociación libre y el método analítico le fue mostrado por sus mismos pacientes que trataban de imponer su palabra y relatar su deseo.

En el caso Dora, Freud descubrió una modificación en los síntomas a partir del vínculo establecido entre la paciente y la persona del médico, a la cual le dió el nombre de transferencia. Es en el tratamiento de Dora que dicho concepto adquiere una materialización. El deseo del paciente se movilizaba aferrándose a un objeto particular como lo era la persona del analista; pero no era a la persona en sí del terapeuta, sino a ese lugar que había empezado a ocupar en la psique del paciente, originando la neurosis de transferencia.

Esto da origen a la idea de que la transferencia es ante todo un fenómeno ilusorio, un fenómeno imaginario. Y esto no es equivocado, salvo que este tipo de ilusión la encontramos a cada momento en la existencia. .

La transferencia definida como un hecho afectivamente positivo o negativo hallado dentro del proceso terapéutico, es una posición adoptada por el analizante con respecto al analista. Freud resalta este fenómeno como factor imprescindible para el abordaje de síntomas en el proceso de cura por la aplicación del método analítico y plantea de nuevo la transferencia como la emergencia de sentimientos tiernos y hostiles que no corresponden a un vínculo real con la persona del médico, los cuales emergían como consecuencia de deseos fantaseados por los pacientes. También resaltó el particular vínculo que hay entre resistencia y transferencia.


Freud relaciona el concepto de transferencia con el de repetición, al considerar que no hay amor que no tenga su prototipo en la infancia. La cualidad de amor de cada sujeto se manifiesta en la repetición constante de estereotipos a través de la vida del sujeto, determinando así condiciones, de la capacidad de amar. Freud introduce el término de imago, el cual es definido por Laplanche y Pontalis como un “prototipo inconsciente de personajes que orienta electivamente la forma en que el sujeto aprehende a los demás, se elabora a partir de fantasmáticas con el ambiente familiar. El analista al ser incluido en una serie de estereotipos puede ser identificado a imagos parentales y familiares.

Existen una serie de tendencias que determinan la vida erótica del sujeto, una parte de ellas, realizan una evolución psíquica completa y están dispuestas en la conciencia; hay otra parte que se detiene en su desarrollo y se despliega por tanto en la fantasía o en el inconsciente, es en éstas donde no hay satisfacción de la realidad y por ello dichas representaciones libidinales se orientan hacia toda persona, destacándose como la libido parcialmente insatisfecha del sujeto se orienta al analista, incluyéndolo en una parte psíquica.

La transferencia se presenta en forma positiva y negativa, ambas se diferencian entre sí por la relación tierna y sincera que ayuda a superar dificultades del trabajo terapéutico, es decir, transferencia positiva o, por dificultades que se dan y llegan a convertirse en la más grande de las resistencias durante el mismo proceso, dándose así una transferencia negativa.

Se presenta así, la transferencia positiva como motor, resorte impulsor del trabajo y la transferencia negativa como hostilidad o principal instrumento de resistencia en la transferencia. Se trata de sostener la transferencia positiva, o de restituirla. Si prevalece la resistencia, se termina con el quiebre del mismo análisis o el desinterés por los procesos de aprendizaje.

He aquí una descripción del discurso de un sujeto en el proceso analítico: El sujeto comienza hablando desde la periferia de su discurso, en dirección al núcleo de su síntoma, hablando con fluidez y locuacidad, de modo ligero, sin ningún problema; cuenta lo que cree saber de su historia; pero, al acercarse al núcleo comienza a encontrarse con capas de resistencia cada vez mayores. Ya no encuentra nada que decir; le es difícil hablar de esas cosas; y, poco a poco, la resistencia aumenta; es cada vez más densa. El sujeto se vuelve más lacónico; se le van acabando las palabras; se acerca a un indecible, lo cual, en esta lógica, es buen signo por cuanto se comienza a sitiar el núcleo patógeno. ¿Qué es en núcleo patógeno?: la pequeña escena narrada con una resistencia cada vez mayor en la medida en que se la aproxima: y que comporta el carácter traumático por excelencia, según la teoría de la época, hasta que "por fin, suelta el bocado". Freud enunciaba que "la fuerza de resistencia es inversamente proporcional a la distancia en que se encuentra el núcleo patológico.

¿Y que es la resistencia? es aquello que está en el límite, de lo que el discurso permite efectuar a la palabra.

La resistencia, finalmente, cobra otra dimensión inherente al límite del discurso, el límite de lo simbólico; pero, no sólo como límite, sino todo el tiempo presente, torpedeando lo simbólico; la resistencia, está permanentemente agujereando lo simbólico. Lacan, cuando designaba lo traumático troumatique, lo designaba como trou-matique, para señalar que había allí un agujero, un hueco, trou, en la cadena significante. Mientras que, lo imaginario entrega la clave de la relación de la resistencia del discurso con la transferencia.

Desde esta perspectiva la transferencia sobre la persona del analista, explica por qué la transferencia aparece en un primer momento como resistencia, ya que se trata de una resistencia real a la asociación, es decir una resistencia inherente al discurso y proveniente de lo real del núcleo patógeno.

En el caso del ambiente virtual de aprendizaje, del la FUCN, sucede el mismo fenómeno. Hay una resistencia inherente a lo nuevo (el método, la pedagogía, el uso de las herramientas virtuales) y proveniente de la formación presencial y que igualmente puede ser vencida desde una transferencia positiva, que era lo que se pretendía desde el área de teleología, en el año 2003, en la FUCN.

Es posible decir que la transferencia adopta diferentes formas, a veces como sometimiento absoluto, otras con un tono erótico, siendo estas formas atribuibles a la neurosis. Freud sostiene que la aparición de la transferencia se da bajo el vínculo amor/odio. De acuerdo a esto es posible explicar la transferencia en su dimensión imaginaria en tanto que ¿Qué presentifica más lo imaginario en el ser humano, que el amor?

El amor de transferencia se presenta como cualquier amor, puede considerarse como un “amor normal” e incluso sus manifestaciones son similares, produciéndose actos de celos y reclamos al docente. Siendo así como se manifiesta en el dispositivo analítico donde este amor tiene un carácter compulsivo, posibilitando este elemento la consistencia del trabajo terapéutico, desde el principio hasta el final del tratamiento.

Según Freud este amor transferencial es idéntico a todo enamoramiento y lo particulariza en rasgos como: el ser provocado por la situación analítica misma, está empujado por la resistencia que impera en esta relación, no se da una mirada objetiva de la realidad, el paciente no mide las consecuencias de su acto de amor hacia el analista.

Esta situación presenta al analizante tratando de hacerse amar por el analista, de la misma manera en que el estudiante trata de hacerse amar de su docente. Lo que especifica la diferencia entre “el amor de transferencia” y un amor cualquiera es la relación posible de establecer entre el amor y la asociación libre. Sin embargo el análisis no puede quedar reducido a este lugar imaginario, es necesario tener presente la inscripción del orden simbólico.

Freud señala la importancia de tener presente la regla de abstinencia en consentir el amor del paciente y tener en cuenta la meta del análisis de atender a una reversión pulsional. El amor de transferencia representa un obstáculo, una resistencia en el análisis. El analista ateniéndose a su carácter ético habrá de abstenerse y apartarse de esta demanda de amor, hecha por su paciente.

Los afectos despertados eligen en el análisis al analista como objeto, pero aquí radica la diferencia, se trata de un amor no correspondido. Es un nuevo Ethos el que se propone, el amor de transferencia es disimétrico, esto lo desarrollará Lacan en su Seminario sobre la Transferencia, a partir de su reflexión sobre El banquete de Platón, y que podrá decir que si bien el analista puede contener el Agalma, el objeto que ama el analizante, esto lo coloca en el lugar de un amado, Erómenos, pero es un amado que no se vuelve amante, Erastes. Sino que ama el saber. Es un amado que no ama sino que analiza.

Esta medida de apartamiento podrá dar continuación al proceso de cura. Freud plantea la importancia de que el analista no ceda a las demandas del analizado producidas por el efecto de la transferencia. En su lugar, tratar de que el analizado comprenda lo que sucede como repetición de sucesos anteriores, no como algo proveniente del analista.

El trabajo que realiza Freud acerca de la cura lo lleva a puntualizar como la transferencia permite la aparición de la neurosis artificial, donde todos los síntomas adquieren un nuevo significado transferencial. Es precisamente esta neurosis transferencial y su tratamiento, la que posibilita la curación de la neurosis ordinaria, mediante el análisis de la historia del sujeto.

Freud dice que en el tratamiento se trata de liberar el amor reprimido, hacerlo actual, el psicoanálisis en ese caso es también una cura por amor. Pero no un amor cualquiera, un amor definido como la reunión de sus componentes tiernos y sensuales que son los componentes heterogéneos de la pulsión sexual. Una emergencia del amor en la que el sujeto recae, es una expresión singular recaer en el amor, como se recae en una enfermedad, es la manera literaria, si se quiere, de hablar de la transferencia, en la que se actualiza el amor pasado. Esta renovación del amor, permite que crezcan las mismas pasiones que produjeron el conflicto inicial, eso explica los fenómenos de transferencia, y su intensidad. No obstante la finalidad de este reflorecimiento de las pasiones de antaño, es para que puedan encontrar su lugar, removidos, analizados, liquidados o ahogados.

Otro elemento importante es la transferencia en la Neurosis como una Neurosis de transferencia, donde el analista tiene como imperativo: “restringir en todo lo posible el campo de esta neurosis de transferencia por esforzar el máximo recuerdo y admitir la mínima repetición”.

Si la resistencia en un principio es inconsciente en la cura, también aparece en oposición, no lo consciente y lo inconsciente, sino el Yo coherente y lo reprimido, se resalta aquí la aparición del Yo y lo que Freud llamó núcleo del yo, donde se encuentra lo inconsciente del yo como participe de la resistencia en la cura. La relación entre principio del placer y la resistencia como cualidad del Yo consciente y preconsciente explica en la transferencia el ahorro de displacer que se da en el analizado por la liberación de lo reprimido en la cadena de asociaciones.

Sin embargo el analista debe luchar por la continuación del análisis, oponiendo el principio de realidad, que tiene como función evitar en el sujeto la compulsión a la repetición y producir la exteriorización de lo reprimido, es decir, conduce a una posibilidad de ello ya que no es el punto rector de la función del analista ser representante del principio de realidad.

Freud hace una relación entre transferencia - compulsión a la repetición y principio del placer, aduciendo que la transferencia en la compulsión a la repetición se sitúa mas allá del principio del placer por que en esta compulsión a la repetición aparecen de forma mas originaria los elementos más pulsionales de la vida anímica del sujeto, puesto que este tiende a reproducir situaciones infantiles, las cuales parecían haber sido reprimidas, lo que da cuenta de una ausencia de elaboración de dichos momentos.

Posteriormente realiza un intento de sistematización del concepto de transferencia, en el cual recoge el papel de la sexualidad en la emergencia de los síntomas neuróticos, que se develan a partir de la transferencia y su relación con la transferencia sin que el analista la promueva, destacando su naturaleza tanto positiva como negativa y la influencia de esta en el tratamiento, al igual que el manejo por parte del analista. Plantea, así, la transferencia como fenómeno universal y la forma como se diferencia en su aparición en el análisis en que este proceso se revela y se aisla.

También retoma el problema de la transferencia y su relación con el complejo edípico, mostrando como en la transferencia se encuentran rasgos de dependencia infantil que surgen en este período a partir de la emergencia de la sugestión en una relación de carácter objetal y libidinal, la cual permite de acuerdo a su manejo la superación de resistencias y represiones; convirtiéndose el tratamiento en una posibilidad de reeducar al adulto. El tratamiento se convierte de esta manera en una reeducación del adulto, en una enmienda de la educación del niño. Esta posición es reconsiderada por Freud, como más adelante se verá al abordar el texto, Esquema del Psicoanálisis.

Otro aspecto al cual le dio gran importancia es el de verbalizar los conflictos pulsionales del sujeto, sobre los cuales es imposible para el analista poder influir mediante la técnica analítica, ya que es un imperativo ético del analista no influir en las asociaciones del analizado, esto ocasionaría un fracaso en el proceso que intenta el abordaje y curación del síntoma.

Freud plantea que el abordaje de dichos conflictos pulsionales es posible con un manejo adecuado de la transferencia, que evite la actitud paternalista, prohibitiva o permisiva del lado del analista, éste debe separarse estableciendo una distancia y sosteniendo una continua frustración frente a la emergencia de deseos de carácter libidinal dirigidos en la cura hacia la figura del analista.

En el texto “Esquema del Psicoanálisis” comenta las ventajas y desventajas de la transferencia, destacando el lugar donde se ubica el analista como imago de figuras parentales, otorgando a éste el poder del Super-Yo, en tanto éste es un subrogado de las relaciones que se establecen a partir del Edipo con las figuras parentales. A partir de la instauración transferencial surge por medio del análisis una serie de advertencias que tiene por objeto poner en alerta al analista, frente a la posibilidad de convertirse en modelo, en ideal de otros, pues no es ésta su tarea ni su objetivo.

“Es verdad que cabe aquí la advertencia de no abusar del nuevo influjo. Por tentador que pueda resultarle al analista convertirse en maestro arquetipo e ideal de otros, crear seres humanos a su imagen y semejanza no tiene permitido olvidar que no es ésta su tarea en la relación analítica, e incluso sería infiel a ella si se dejara arrastrar por su inclinación.”

Destaca el papel del Yo en el proceso terapéutico y afirma que: “nuestro camino para fortalecer al yo debilitado, parte de la ampliación de su conocimiento de sí mismo”. Señala que dicho fortalecimiento no se realiza a partir del influjo sugestivo que el analista puede inferir sobre el analizado a partir de una interpretación. Ha de tenerse en cuenta que la interpretación en la asociación libre del paciente tiende a que dicha intervención del analista produzca una apertura del inconsciente que posibilite el manejo de las resistencias y de la compulsión a la repetición, llevando la asociación del paciente hacia conexiones certeras entre su historia personal y la emergencia del síntoma, produciendo con ese saber del analista, una conexión de saber en el paciente que genere una modificación al interior de la relación del sujeto con su síntoma.

“Vencer, las resistencias es la parte de nuestro trabajo que demanda el mayor tiempo y la máxima pena. Pero también es recompensada, pues producen una ventajosa alteración del Yo que se conserva independientemente del resultado de la transferencia y se afirma en la vida”

La Transferencia en Lacan
Si para Freud el nacimiento de la transferencia se da en las primeras relaciones de objeto y el proceso que realiza el sujeto en el atravesamiento del complejo de Edipo, determinando así el lazo de amor que el analizante establece con el analista; desde Lacan, se hace preciso hacer la ubicación de la transferencia a partir del registro de lo imaginario y su inscripción en el proceso de estructuración del sujeto.
Es por la inscripción de los tres registros imaginario, simbólico y real, en el proceso de estructuración del sujeto que es posible hablar del origen del fenómeno transferencial y su manejo en la situación analítica.

Por medio de la introducción del Estadio del Espejo y el constructo realizado sobre lo imaginario, Lacan posibilita una visión diferente sobre la transferencia, pues, si bien éste retoma y trabaja los conceptos Freudianos, lo hace precisando el fenómeno, basado en los tres registros antes mencionados.

El amor de transferencia, descubrimiento que hace Freud en la situación analítica es equiparado al verdadero amor, pero diferenciado de éste por la posición del analista frente a su paciente, posición asimétrica que le permite ser colocado en el lugar de supuesto saber.

En la transferencia se dan dos vertientes: una relacionada al amor-pasión, de la que dice Lacan: “Es así como, desde siempre, la cuestión del amor de transferencia ha estado ligada, demasiado estrechamente, a la elaboración analítica de la noción de amor. No se trata del amor en tanto Eros-presencia universal del poder de vinculación entre los sujetos, subyacente a toda la realidad en la cual el análisis se desplaza, sino del amor-pasión, tal como concretamente lo vive el sujeto”; y otra dirigida al saber inconsciente, ambas, dependiendo de la posición que adopte el analista, podrán llevar a la cura analítica.

En el seminario 1 “Los escritos técnicos de Freud”, Lacan plantea la transferencia como fenómeno imaginario, que sería el “pivote” en la cura.

En esta dimensión el analizante coloca al analista en el lugar de semejante al que dirige una demanda de amor. Dando lugar a decir que el objeto mismo de la transferencia es el objeto de amor. La demanda de amor hace que el objeto coincida con el objeto de la identificación o que haya una satisfacción directa al objeto al cual se dirige (analista).

Este vincula el significante al amor y expresa una demanda pulsional amorosa, lo que de cierta forma es una repetición de relaciones establecidas por el sujeto. Es este, un primer momento de la transferencia en que se da el amor, imaginario por los demás. Este amor produce incapacidad en el sujeto para abrir el inconsciente, dándose así una resistencia a saber de lo que esconde este amor. La intervención del analista apuntará una respuesta a la demanda de amor con su deseo (ser un amado que no ama), presentifica esto, la asimetría de la transferencia y reenvía al sujeto a la falta estructural del amor.

“En la transferencia, es lo afectivo lo que permite colocar a alguien en la posición del sujeto supuesto saber, en tanto amar es suponer un saber. Pero no es lo mismo ocupar la posición del amado que la posición del amante. El primero, busca la satisfacción y quiere que lo amen de forma incondicional, es el demandado que desde una posición pasiva pretende capturar al otro dentro de si en medio de una relación imaginaria; es lo que denomina Lacan el amor-pasión. El amante busca en el amado aquello que le falta y supuestamente el otro tiene, ubicándose en la posición de sujeto deseante”

De acuerdo a la posición asumida por el analista, es decir, el manejo dado a la transferencia es que podrá darse un acceso a la transferencia simbólica, en la cual este deseo del analista va en contravía a la satisfacción directa de la demanda de amor. El analista, no responderá en términos de saber a la demanda, sino de verdad. Esta no respuesta a la demanda, enfrenta al sujeto a una verdad que le es devuelta y que pone límite a sus efectos de significación.

Esto conlleva a que se coloque a ese otro en falta, lo que posibilita que el analista caiga en ese lugar de saber, dándose un desplazamiento de la suposición del saber al ser del sujeto.

Es importante precisar en este punto lo que es la relación al saber, en los sujetos. No hay pulsión de saber, en cambio si hay pasión por desconocer, por no querer saber, en ese sentido también podría hablarse de las resistencias como una forma de no querer saber, en la misma serie de la denegación, la represión, la forclusión o el desmentido.

“En la transferencia simbólica el analísta no responde desde la posición del amado, sino desde el amante, para que el paciente al buscar lo que el otro tiene, encuentre su propia falta y con ella su deseo”

Finalmente el poder destituir ese Otro del lugar de saber lleva a que este sujeto enfrente su propia verdad, su propio goce, introduciendo en esta dinámica de transferencia el objeto “a”, objeto que encarna la persona del analista. El analizante encuentra un poco de sí, de su falta, en la medida en que el analista haga semblante de objeto “a”. Es este encuentro con lo real lo que presentifica su castración, le revela su posición de objeto. Es por efecto de la construcción de ese fantasma fundamental que el sujeto desprende su deseo del objeto que lo causaba (analista), posibilitando una transformación en lo subjetivo.

El caer del objeto “a” corresponde a una destitución del analista permitiendo la resolución del carácter ilusorio de la transferencia. Esto conlleva a que haya un cambio de amor de transferencia a transferencia de trabajo, donde el sujeto habrá de elaborar un saber sobre su propio goce. Este será su descubrimiento.

En el momento en que el sujeto acepta que el saber está en su propio discurso, se da una transferencia de trabajo, haciendo posible la aceptación de que el analista no tiene ese saber; esta suposición de saber pasa al sujeto mismo.

Es decir, hay otra manera de entender lo que es la transferencia de trabajo; y es la que puede entenderse a partir de las siguientes preguntas ¿cual es el devenir de la transferencia? ¿cual es el destino de la transferencia al final del análisis?. Unos han dicho, que sigue la aniquilación de la transferencia; otros, que puede ser una despedida del analista con lágrimas en los ojos, en la que se desean buenos vientos; otros dicen que la transferencia puede convertirse en amistad.

En el Campo Freudiano se ha encontrado otra manera de proceder con esta transferencia de amor residual y es transformarla en transferencia de trabajo.

Es a partir de la relación que existe del amor al saber, que Lacan plantea la instauración del vínculo transferencial de una suposición al Sujeto Supuesto Saber. Esta formulación la plantea en el seminario XI, expresada así: “La transferencia no es la puesta en acto de la ilusión que nos empujaría a esa identificación alienante que constituye toda conformización, aunque sea a un modo ideal, del que el analista, en ningún caso podría ser soporte. La transferencia es la puesta en acto de la realidad del inconsciente”. Es decir que en la verbalización del analizante éste pone en su palabra la verdad del inconsciente dirigida a un lugar y supone la existencia de un saber sobre la verdad de sus determinaciones inconscientes y en el lugar del sujeto supuesto saber el que implica que la realidad del inconsciente emerge en la transferencia.

Es por tanto, el manejo de la transferencia es lo que permite un avance en el proceso terapéutico ya que al colocarse el analista en el lugar de quien no sabe, lleva al analizante a construir un discurso sobre sí, sobre su propio saber.

Sería entonces brindar el aporte del método, que hará que el analizante logre deslizarse en la vía del reconocimiento de que sabe de sí, no se trata de que el analista le dé un saber al sujeto, es sobre la vía del acceso al inconsciente. Por esto dice Lacan: “(el analista) no tiene que guiar hacia una saber, sino hacia las vías de acceso a ese saber”.

La Transferencia Grupal
Si bien se planteó lo que es la transferencia en la clínica psicoanalítica, sigue el teorizar sobre lo que es la transferencia grupal.
La transferencia en lo que es el análisis de los grupos, ha tenido su propia conceptualización, pero el tema todavía no se debatido lo suficiente desde los ambientes virtuales. Una de las razones es la tendencia en el ambiente virtual, a privilegiar la particular relación docente – estudiante, con las herramientas asincrónicas del sistema.
La sincronía del sistema que posibilita herramientas como el chat aún están en cierne en lo que respecta al trabajo grupal.

Tanto en el trabajo grupal como individual se presentan unos mecanismos como el desplazamiento, proyección, inversión en su contrario, negación y otros, que se construyen a partir de la resistencia y se actualizan en la transferencia. Es por ello que la resistencia es abordada como todo lo que obstaculiza el trabajo de acceso al inconsciente en cualquier trabajo terapéutico, también es definido como una manifestación propia del tratamiento porque reemplaza la rememoración por la repetición, presentándose como transgresión de la regla de la asociación libre.

Según Lacan, la resistencia es transferencia, la cual se especifica en el discurso que es dirigido al terapeuta. Es por ello que el manejo de la transferencia se constituye en la más poderosa herramienta del trabajo terapéutico, procurando por medio de la verbalización la emergencia de material reprimido y por ende inconsciente, para lograr su simbolización.

En los grupos, la transferencia cobra similar importancia, es decir, el manejo que de ella realice el terapeuta o el docente posibilitará la circulación y elaboración de significantes que giren en un grupo.

El ideal del yo (analista) donde por instantes se proyectan fantasías, ideales, ilusiones, aluden finalmente al desconocimiento sobre la castración del sujeto, en el reconocimiento de que se está en falta y que va mas allá de lo que es la semejanza, la identidad al otro.

En el grupo esta se vive por que hay existencia de mirada, mirada que los sujetos dan y a la vez reciben de los demás.

De aquí sería posible desprender el hecho de que la presencia o ausencia de mirada en el grupo y en análisis cobren la importancia decisiva para la elaboración, esto dado por la forma como el otro devuelve al sujeto su propio mensaje, acelerando o retardando una respuesta de éste.
En un grupo, la posición ocupada por quien coordina es lo que marca la diferencia entre este fenómeno (grupo) y la masa. Por esto, a partir de varios elementos que presentan dichos fenómenos, puede establecerse en qué radica la diferencia, la cual se postula a partir de la identificación.

En el texto “Psicología de las masas y análisis del Yo” Freud aborda el concepto de la identificación y la importancia de ésta en la estructuración del sujeto, ubicándola como punto fundamental en la constitución de la masa, considerando esta como una subjetivación de un hecho social, el cual es el resultado de una reunión de individuos y establece las condiciones que llevan al sujeto a hacer masa, siendo lo subjetivo la esencia y su principio material. Por ello afirma que masa es lo que el sujeto no puede dejar de hacer, por la condición de serlo, ya que desde el mismo comienzo el Otro está implicado en la vida anímica de él, sea como modelo, objeto, auxiliar o adversario y por ello dentro de la masa, lo individual no existe. Para su explicación se alude a la presencia de un nuevo instinto, el gregario. Este opera desde el comienzo en la familia, lo cual se explica a partir de la teoría psicoanalítica de la identificación donde está la base de la constitución del sujeto y su posibilidad de ser.

Es con respecto a la masa psicológica, como ser provisional compuesto de elementos heterogéneos unidos por un instante, que Freud plantea lo que enlaza a unos con otros. Muestra los dos aspectos importantes en la constitución de la masa: el contagio y la sugestionabilidad.

Respecto a la masa Le Bon plantea cómo a partir del anonimato desaparece el sentimiento de responsabilidad cediendo a los instintos por lo cual en la masa todo interés individual es sacrificado por el interés colectivo y donde el sujeto no tiene conciencia de sus actos. Hace referencia a la masa como lo reprimido inconsciente por que el sujeto se sitúa en un lugar que le permite suprimir las represiones de sus tendencias inconscientes, permitiendo así que los nuevos caracteres que manifiesta sean exteriorizaciones de lo inconsciente individual y explica la pérdida de la responsabilidad por el hecho de ser la angustia social el nódulo de la conciencia moral.

Es aquí donde Freud introduce al líder como fuente de sugestión primitiva, reforzada por el contagio que los individuos ejercen mutuamente. La persona establece una doble relación en la masa: con el líder y con los otros de la masa; siendo el líder, el que posibilita que cada individuo pueda fraternizar con los otros y suspender el encuentro la agresividad, lo cual se da por el amor, que es el único sentimiento que la contiene en las multitudes. Los sujetos hacen masa cuando por efecto de la sugestión se identifican con el líder como semejante, es una relación especular de yo a yo, donde prima el amor hacia el líder, lo que permite inhibir la agresividad con los otros miembros de la masa.

Según Sergio Larriera, quien propuso los conceptos de trenza, cadena y nudo, y quien retoma a Freud en las estructuras de Yo ideal e ideal del Yo que se ponen en juego en la identificación; resalta como el sujeto de la masa se encuentra en un estado de idealización, de máxima enajenación. Hace una diferenciación entre situación grupal y situación de masa, mostrando que en la primera hay una característica singularizada y numerable y en la otra se plantea el otro como innumerable. Se hace necesario precisar que la identificación está en la base de todo fenómeno colectivo pero es en la forma de relacionarse el sujeto con el otro como se define el grupo y la masa.

En el grupo es posible hablar de un fantasma colectivo en tanto los cuerpos desmembrables de cada sujeto son articulables entre sí. Este fantasma tiene una estructura imaginaria cuyo soporte discursivo permite discernir la posición de cada sujeto de los que constituyen el grupo.

Es en el fenómeno de la masa que la identificación cobra dos sentidos: uno dirigido al líder al cual se considera diferente, ideal, modelo, guía. El líder, desde un lugar imaginario, es ese Otro completo, con el cual los otros buscan completarse. Se coloca en el ideal del yo, logrando la identificación que constituye al yo ideal. Por otro lado se da la identificación a los demás miembros de la masa, todos se identifican con todos en su incompletud, buscando completarse en el líder. La identificación de todos a éste da cuenta de la única relación posible del sujeto a los otros de la masa, ya que es el único diferenciable de la misma.

En el grupo la identificación se da entre sus miembros, identificación basada en la semejanza dada su incompletud y en la búsqueda de completud entre ellos, es decir, todos son objeto de completud imaginaria para los otros. Para mostrar la forma como se dan las identificaciones en un grupo se puede recurrir a la figura topológica del Nudo Borromeo presentado por Lacan, quien hace uso de este para ejemplificar la forma como interrelacionan tres sujetos.

Para que se presente el Nudo es necesario un cambio esencial, cambio posibilitado por el terapeuta. Es un movimiento que se realiza de una estructura de cadena a una de nudo, donde la función principal en la cadena recae sobre el eslabón central, lugar que ocuparía el terapeuta. A diferencia del Nudo, concepto unido a la noción de estructura, es decir, donde ninguno de los elementos que lo conforman puede discernirse su importancia, ya que estos no tienen función particular como tales, sino que cobran dicha importancia en función de la estructura.

El nudo reúne tres redondeles, donde ninguno de ellos ocupa una posición privilegiada sobre los demás. No ocurre esto en la cadena, ya que en ella el eslabón central ocupa una posición tan esencial, que de llegar a soltarse, se soltarán los dos restantes.

La particularidad del “calce” que se produce entre eslabones constituyentes del nudo permiten asimilar éstos a los órdenes: imaginario, simbólico y real, dimensiones del espacio habitado por el hablante. Los sujetos de un Nudo están relacionados de forma tal que la posición de cada uno está determinada por la relación a las dos restantes.

Asimilando lo dicho al concepto de grupo, se encuentra que éste puede convertirse en cadena o nudo, de acuerdo a la posición que ocupe el coordinador del grupo. Según la función que ejerza, es decir, según se ubique, en la posición de amo o de potenciador neutral podrá dar cabida al cambio de la estructura. Es su función, lo que guía el destino de ésta.

De esta forma, en el nudo se crea un cuarto lugar, que sería el punto de cruce de los discursos mutuos, punto de “calce”, posición cuarta que los tres definen y ninguno ocupa. Por eso es u punto excéntrico, por que no esta encarnado en ninguno de los participantes en particular.

El grupo viene a ser un momento en que surge un trenzado discursivo, momento en que el coordinador ocupa un lugar privilegiado. Es sólo por la posición ocupada por éste que el grupo puede pasar de cadena a nudo. Si se sitúa en el lugar de amo el grupo seguirá siendo cadena; si ocupa el lugar de aquel que no responde a las demandas de los participantes, el grupo cambia y da lugar al nudo.

En la cadena, los sujetos que la conforman son diferenciables, en el nudo no. Lo mismo ocurre en los fenómenos de masa y grupo, en lo referente a las características que los particulariza: ser numerable, diferenciable, no sugestionable, como ocurre en el grupo, más no en la masa donde estas características se invierten. Otro elemento relevante que diferencia estos fenómenos es la función del coordinador como tal, es así como del lugar que ocupe éste, que el proceso de transformación de masa a grupo puede darse, ya que ha de ser su posición como objeto ”a” real y no imaginario como podrá señalar en los otros la propia falta. Moverse de ese lugar implica continuar alimentando la ilusión de que el podrá completarlos. Es a través de la interpretación, de la palabra que emita, que el coordinador puede dar cuenta de ese semblante de “a”. Esta interpretación dará cuenta del grupo donde todos podrán ser “a” real para todos. Al mostrarse en falta enfrentará a cada uno de los participantes del grupo a la suya propia. Así, su función esta dada por la posición que ocupe, posición encarnada en “a” real, hacer semblante de “a”, y esto se logra por medio de la interpretación.

Para que el coordinador ejerza su función como tal, es preciso que realice un manejo adecuado de la transferencia propia de los grupos; y sus tres niveles.

- transferencia central, establecida con el coordinador o terapeuta.
- Transferencia lateral, dada a partir de la identificación entre los miembros del grupo.
- Transferencia frente al grupo en su totalidad

Con respecto a la transferencia central, la posición del coordinador parece similar a la del analista en una cura individual, sin embargo, por la presencia de los otros objetos transferenciales, las proyecciones efectuadas sobre el coordinador son diferentes. Algo similar se presenta en el análisis individual donde el paciente utiliza al mundo externo como resistencia, pero el es el único que “se defiende” de ese modo contra la situación; en grupo, cada uno recibe el sostén y las contracatexias de los otros que refuerzan su defensa. En ambos trabajos, tanto individual como grupal, los otros cobran importancia y se presentan de manera diferente. En el trabajo individual los otros son evocados en la cura manteniéndose ausentes, imaginarios y cargados con una realidad psíquica que el analista no puede apreciar, contrario a lo vivenciado en el grupo donde los otros se encuentran allí, presentes, reales hablan, responden, reaccionan ante las proyecciones que se efectúan sobre ellos, proyectan y a su vez atacan, se comprometen entre si en alianzas o conflictos “reales” y es aquí donde el terapeuta puede visualizar, parte de realidad psíquica y las proyecciones. Es así como la presencia de los otros dentro del grupo permite movilizar, bajo forma de transferencias laterales, situaciones vividas por los participantes, lo cual facilita las proyecciones y éstas a la vez permiten a cada uno utilizar a los otros en el sentido de sus deseos o defensas, de hablar en su lugar o de hacerlos hablar en lugar de uno.

Dentro del grupo es importante destacar que el sujeto esta en un espacio marcado por la mirada del otro, esta expuesto a las miradas de los demás, esto permite el que se vea reflejado en esa mirada de ese otro y vuelva a sentirse completo, pues los otros pasan a ser objeto “a” imaginarios para el.

De acuerdo a lo que se vive en un trabajo grupal es de destacar que dentro del marco de miradas de los otros se encuentra el sujeto, ve su imagen reflejada en la mirada de estos. De aquí puede desprenderse la afirmación de que la transferencia lateral es tributaria de la mirada. Por este reconocimiento dado por la mirada del otro, el sujeto vuelve a sentirse completo, el otro lo completa en tanto que el coordinador no lo ha hecho. Así los otros se convierten en “objeto fantasioso” del sujeto, evitando con esto asumir su falta, ya que se imagina completo.

Esta transferencia lateral implica una identificación que se da como resultado de compartir un rasgo común: todos son incompletos, esto precisamente es lo que ha hecho que se establezca una demanda de “cura” al coordinador por parte de los miembros del grupo.

De esta manera cada uno de los integrantes del grupo será para los otros, punto de identificación (objeto “a” en tanto imaginario) con la ilusión de completarse mutuamente.

Es por la relación transferencial en que el analizante ubica al coordinador en el Ideal del Yo, que puede darse un proceso terapéutico. Es pues, función del coordinador ubicarse en el lugar de objeto causa de deseo u objeto “a”, que presentifica la falta, la carencia del analizante y no la ubicación en el lugar del amo, de gran Otro omnipotente. A través de la interpretación, el analista logrará que el analizante pase de lo imaginario y trascienda a un nivel simbólico, dándose un corte abrupto en la compulsión a la repetición. Este nivel simbólico en la transferencia podrá darse en la medida en que el coordinador ocupe el lugar de sujeto-supuesto-saber y no de identificación.

Finalmente se trata de que haya una transición de objeto “a” de completud a “a” real, una identificación con el propio ser en falta, donde el coordinador aparece como incompleto, castrado y el otro también.

Opera en todo este engranaje un papel fundamental, la mirada, ya que es a esta mirada del Otro (coordinador) y mirada del otro (miembro del grupo) a quien el sujeto dirige su discurso y por efecto de ella misma se apresure o se retrase en la conclusión: la de ser en falta, ser castrado.

Esta mirada de que se habla, marca gran diferencia en lo concerniente a la transferencia en el dispositivo analítico y el grupo, pues en este se tiene la mirada del coordinador y de los otros, mirada que es devuelta por ellos. Es una mirada que de alguna forma remite a esa primera mirada de confirmación o no que busca el niño en el Estadio del Espejo. En el análisis no; la ausencia de mirada remite a un corte en el goce del sujeto, evita que el sujeto imaginarice y fantasee con la mirada del otro.

En la transferencia central ya no se trata de una identificación al coordinador como tal. Esta transferencia es sobre el Sujeto-supuesto-saber, ya que este para el sujeto es portador y trasmisor de un saber. Será a través de la verbalización del Sujeto y de la interpretación del coordinador que el sujeto accederá a ese saber sobre sí, sin atribuirlo al coordinador, sino a si mismo. Podrá convertirse en el poseedor de su saber. En el grupo se le supone al coordinador un saber que se presenta en la escucha del discurso grupal.

Así como los miembros del grupo promueven la transferencia central y lateral; no puede desconocerse que el grupo promueve la transferencia en su totalidad.

La transferencia grupal surge por las imagos que se proyectan sobre el grupo como tal, teniendo en cuenta que una imago es más que una “representación inconsciente”, “un esquema imaginario adquirido, un clisé estático a través del cual el sujeto apunta al otro” (grupo) que puede “objetivarse tanto en sentimientos y en conductas como en imágenes”, siendo cada miembro del grupo portador de varias imagos inconscientes del grupo. Por ello en el momento de las representaciones, el grupo puede reactivar en los participantes, las imagos familiares reales y también imagos familiares ideales, las cuales se presentan como reales cuando surgen narcisismos defensivos, fantasías conscientes, ensueños o mitos. También pueden surgir imagos extrafamiliares, las cuales hacen referencia a la relación primitiva con la madre o el grupo familiar. También pueden evocar conflictos vividos que se expresan en términos de poder y autoridad, los cuales pueden ser vistos cuando el grupo se ubica en un momento que actualiza lo edípico.

En el grupo todos constituyen espontáneamente el medio familiar e incluso, a través del espacio y del cuerpo reconstituyen los primeros elementos de sus existencias. Esta heterotopía del grupo constituye un lugar total.

En él, son posibles todas las construcciones imaginarias, en toda su extensión y, mas precisamente las que se originen en el Estadio del Espejo, con la deformación específica de cada uno y consecutiva a un desprendimiento mas o menos completo del cuerpo materno. En el grupo se resumen el vientre materno y la casa paterna.

Puede decirse que de acuerdo a la regresión que se da en el grupo, la vida grupal reactiva los mitos idealizantes e imagos que forman parte del patrimonio común de los grupos.

La situación psicoanalítica grupal suscita una “transferencia” sobre el “grupo”, inconsciente para sus miembros y se utiliza como objeto de carga pulsional y fantasmática. El grupo se convierte en el objeto pulsional por excelencia, es todo, homogeniza y uniformiza. Se vive una fantasmática edípica, donde el coordinador aparece como personaje central, dado su carácter de autoridad.

La situación grupal, a menudo despierta representaciones fantasmáticas, provoca regresiones a situaciones pasadas que pueden revertir el doble vínculo de amor-odio presente en la relaciones transferenciales. Esto es vivenciado fundamentalmente a través de los diferentes tipos de identificación que se juegan en los principales fenómenos del grupo.

“Los humanos en la vida del grupo, encuentran a veces, su poder creador y a veces también, comparten una ilusión encantadora o autodestructiva. En este último caso es la pulsión de muerte, escindida, inquebrantable y sorda, la que se proyecta no hacia el exterior, sino sobre el mismo grupo”

En la transferencia grupal se observa que la rivalidad dada en un momento determinado del grupo, se juzga en relación con el coordinador y exige ser aclarada como rivalidad fraterna, cuya finalidad es la de obtener el amor y la preferencia de éste.

En el grupo se da un primer momento denominado individuación, en el que cada miembro se dirige al terapeuta, lo mira y da la espalda a los otros. Es un momento caracterizado por un malestar, agresividad y miedo, que el grupo debe superar para conducirse como tal. En el transcurso de ese primer contacto, cada miembro reconoce al otro, se niega a ser confundido con los otros y desea poseer a los padres-terapeutas exclusivamente para sí. En este momento se observa que los integrantes del grupo desean identificarse con el terapeuta haciéndolo así descender de su lugar, mientras los integrantes del grupo lanzan miradas cómplices al terapeuta que elegido inicialmente como soporte del ideal del yo se convierte en objeto de identificación.

En psicoanálisis se habla de este primer momento como momento de cadena en un lugar imaginario. Los miembros del grupo ubican al coordinador como ideal del yo, como amo, si éste acepta asumir este lugar se pone como objeto “A” de completud para los miembros del grupo.

La regresión del aparato psíquico en la situación de grupo se manifiesta por características que dependen del terreno espacio-temporal. El tiempo sufre igualmente la regresión, no se trata de algo cronológico, su irreversibilidad queda abolida, dando paso, unas veces a la repetición y al eterno retorno, y otras, a la fantasmatización del retorno a los orígenes y de un nuevo comienzo.

La transferencia sobre el terapeuta nunca esta ausente de la cura en la medida en que la palabra es portadora del saber y en que el terapeuta asume dicho saber.